En esta cuestión del escaso interés, es indudable que es
necesario entonar un mea culpa. Seguro
que no hemos sido capaces de “vendernos” adecuadamente, que hemos sido poco
mediáticos. ¿Se enteró mucha gente, fuera del ámbito académico, que iniciamos
el proyecto para la recuperación y catalogación de la raza de cerdo ibérico
negro de Los Pedroches? ¿Alguien se sintió aludido, cuando en las jornadas
(pioneras) que hicimos sobre la dehesa, ya alertamos sobre lo que ahora (25
años después) otros se sienten muy preocupados? ¿Alguien sabe que se evitó la
construcción de una incineradora de residuos urbanos muy cerca de aquí, o que
se talaran, porque sí, más de 20000 encinas cerca de Conquista? Tal vez en ello
tenga que ver que, en muchos casos, estas cuestiones necesitan más dedicación
de la que algunos pudimos ofrecer. Es el sino de las organizaciones de este
tipo y lo que ha llevado a la fusión con las ámbito estatal o global, casi
profesionalizadas, con estructura de empresa (Greenpeace, Ecologistas en
Acción, WWF, por ejemplo) No podemos, no hay tradición, de conseguir una
estructura semejante a las de las organizaciones conservacionistas
(fundamentalmente en el campo de la ornitología) inglesas, en las que las
cuotas de miles de socios y las donaciones permiten mantener una fuerte
estructura organizativa. No ha mucho, Elvira Lindo sugería que, para dar mayor
validez a los argumentos por parte de las ONG, éstas debían profesionalizarse;
se refería a que debían contar con técnicos de distintas disciplinas, que
pudieran presentar datos fiables con los que rebatir determinadas posturas. En
esto creo que hemos cumplido, cuando hemos “protestado” por algo, o alertado
frente a determinadas actuaciones, o hemos actuado, lo hemos hecho con
argumentos sólidos, contrastados o que, incluso, han salido de una
investigación. Creo que esto nos ha valido cierta reputación de seriedad.
Se necesitan muchas personas, voluntarios, para atender a
convocatorias, reuniones, subvenciones, redes sociales, información, etc. y
todo ello sin abandonar la cuestión principal: atender a los fines propios de
la asociación. Todo esto necesita de alguien casi con dedicación exclusiva.
Quizás no debimos rechazar en su día la unión con Ecologistas en Acción (pero
nunca es tarde)
En la actualidad, las asociaciones ecologistas o las que de
algún modo exigen una actitud de cierto compromiso están en desventaja con
aquellas que tienen fines lúdicos, recreativos, representativos o deportivos.
El compromiso puede traer problemas, enemistades, sin sabores. La actividad que
más éxito ha tenido de cuantas hemos organizado ha sido el senderismo; nuestra
pretensión con ella era dar a conocer Los Pedroches, su valores naturales, pero
sabemos que la inmensa mayoría de los que han participado tenían,
fundamentalmente, la sana y legítima intención de dar un paseo muy agradable y
se convirtió así en una actividad muy placentera e interesante de organizar.
Por supuesto, a nadie se rechazó ni a nadie se le exigió nada. Por contra, la
campaña “Vigilantes de la naturaleza”, con la que se pretendía que se pusiera
en conocimiento de las autoridades (con nosotros de intermediarios) supuestos
hechos delictivos en contra de la naturaleza, tuvo escaso éxito (mejor:
ninguno)
En relación con esto y con lo que ya quedó dicho de que casi
no valen las protestas (salvo las violentas, que sí parece que valen), está la
cuestión de que actualmente es necesario llegar hasta el juzgado para lo que
muchas veces sólo hacía falta un proceso de reflexión por parte de la
autoridad. Y aquí nos encontramos con otro muro a franquear. Si vemos un camino
cortado o usurpado, sin descubrimos extracciones ilegales de agua o de áridos,
si encontramos vertidos o afectaciones a los ríos, si detectamos problemas
relacionados con la biodiversidad, nos dirigimos a la autoridad competente en
el tema, con la esperanza (las más de las veces vana) de que actúe en
consecuencia; pero a partir de ahí no controlamos ni conocemos el proceso que
sigue o debiera seguir dicha autoridad. Sólo es posible seguir el asunto si nos
personamos como acusación particular, es decir, si vamos al juzgado y
presentamos directamente la denuncia. Si queremos un compromiso pleno hasta ahí
deberíamos llegar; pero ¿podemos costearnos abogados y procuradores?
Actualmente, sólo las grandes organizaciones ecologistas pueden permitirse
esto: por cuestión de recursos humanos y económicos.
Pusimos en conocimiento de la autoridad la aberración
construida en el mismo cauce del arroyo de la Aliseda, y todo permanece igual y
no sabemos cómo va el proceso; expusimos a la opinión pública la corta de las
encinas en una vía pecuaria, y se solucionó con unas disculpas sin argumento
válido y, como era un asunto entre administraciones, con un: ego te absolvo a peccatis tuis; anda,
vete y no vuelvas a pecar más (o que no te vean)
Para terminar, nos podemos hacer varias preguntas (las más,
retóricas): si, a estas alturas, no hemos resuelto o cumplido parte de los
objetivos que nos propusimos y que figuran en los estatutos ¿ha sido por culpa
de no habernos sabido adaptar a los cambios sociales?, ¿vamos contracorriente?,
¿porque no existe interés por las cuestiones medioambientales?, ¿porque no
sabemos “vendernos”?, ¿porque hay pocos voluntarios para trabajar por ello?
En las selvas tropicales deben de caer los árboles más
viejos para que sus retoños puedan captar la luz, que estos impedían que les
llegara, y así crecer y sustituirlos. En las dehesas de nuestra tierra los
árboles viejos que se mueren no son sustituidos porque no hay nuevos hijuelos
para hacerlo. En Cazorla, el río Borosa, al poco de nacer, se “toma un respiro”
y se hace subterráneo, discurriendo por galerías labradas en las calizas, para
surgir poco después con fuerza, modelando un bello valle. En fin, sólo son cosillas
que han ido surgiendo al transcurrir los años.
pln