Pero también nos hemos encontrado con otros problemas, de
los cuales no es poco importante el escaso interés por parte de la ciudadanía
por los temas que a nosotros nos interesan e incumben; escaso interés que
también se ve en la administración (sobre todo en los últimos tiempos)
No tiene GUADAMATILLA muchos socios (se roza el centenar en
ocasiones y se baja a la cincuentena o menos en otras) La asistencia a las
asambleas es muy escasa y hasta resulta difícil formar una directiva; tanto que
es necesario asumir varios cargos y prolongarlos en el tiempo. Hay varias
preguntas que me llevan rondando mucho tiempo: ¿de quién somos portavoces?;
cuando damos nuestra opinión sobre un tema concreto o nos manifestamos a favor
o en contra de algo ¿de cuántos es esa opinión, a cuántos representamos?;
cuando abordamos un proyecto y nos subvencionan (pocas veces y en escasa
cantidad, bien es cierto) ¿a cuántos les interesa tal proyecto?, ¿cuántos se
implican? ¿No será que somos la voz de una centena de personas?, ¿de una
docena?, ¿de cuatro o cinco? Lógicamente, no podemos aspirar a representar a
nadie más que a los socios; nadie nos ha dado votos para pretender algo más.
Pero cabe la esperanza de que nuestra voz sea la de otros muchos que, sin estar
afiliados, comparten algunos de nuestros objetivos e inquietudes.
La cuestión natural y de medioambiente en los últimos 10
años, o poco más, no ha sido una preocupación ni de muchas personas (no hace
falta nada más que remitirse a las encuestas en las que trata de saber las
cuestiones de interés de la ciudadanía) ni de las administraciones. De todas
formas, a nadie se puede forzar a que muestre interés por algo que no le
preocupa o no desea. En ese período, las asociaciones ecologistas han sido más
bien un incordio. En épocas de vacas flacas, el dinero manda y con el pretexto
del desarrollo (?) todo vale: se eliminan figuras de protección para construir
urbanizaciones, la propia administración obvia su propia normativa legal o hace
dejación de sus funciones, se abre la mano (jueguen con el lenguaje si lo
desean) para abordar proyectos ambientalmente insostenibles; etc. Pero cuando
llegan las vacas flacas, no le va mejor a la cuestión natural; aunque leímos
algún editorial que albergaba la esperanza de que tal desastre ambiental se
parara. ¡Quia!, si antes era la abundancia de dinero ahora lo es la necesidad
de conseguirlo y de que se “mueva la economía”; con tal pretexto se siguen,
curiosamente, casi las mismas pautas que cuando las vacas estaban gorditas:
destrocemos la Ley de Costas para que quien quiera pueda construir hasta la
misma orilla, no le pongamos impedimentos a quien quiere abrir un negocio casi
en el agua (en otros lugares sí hay impedimentos); se autoriza la caza en
Parque Naturales y Nacionales o se sacan a subasta montes públicos, que hay que
ingresar dinero; eliminemos programas de conservación e investigación, que el
conocimiento es dinero tirado; etc.
Me cabe la duda de que si lo que en algún momento se consiguió
fue por el peso de los argumentos o por motivos puramente partidistas o
políticos. ¿Sirvieron las fundadas alegaciones contra la autopista de peaje
Córdoba-Toledo para que ésta no se hiciera? Pues sirvieron para que la
declaración de Impacto Ambiental resultase negativa, pero no para que se tomase
la decisión de no hacerla: dejó de fluir el dinero y ya no se podía hacer.
Ahora que, según nos dicen, hay algo más de dinerillo, ya hay iniciativas para
reactivarla, aunque el impacto siga siendo tremendamente negativo. Se paralizó
el pretendido parque eólico que debía extenderse por Cueva la Osa, Loma de
Buenavista y Peña Ladrones, no porque también el impacto ambiental fuera muy
grande (como quedo patente en las alegaciones), sino porque hubo ciertos intereses
políticos enfrentados. ¿Valieron las manifestaciones para protestar por la
posible instalación de un AGP (cementerio nuclear para residuos de alta
actividad) en la comarca para que esto no ocurriera?, ¿o fue simplemente que la
tecnología para hacerlo ni estaba ni está disponible? ¿Fueron los constantes
escritos a la Confederación del Guadiana para detener las extracciones de
áridos en los ríos de esta cuenca las que las paralizaron (o casi) en 1992?, ¿o
fue la terminación de las obras del AVE lo que lo hizo? Como muestra, valen
estos botones.
(continúa)
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