lunes, 24 de octubre de 2011

Algunos apuntes sobre las causas de la muerte de las encinas en la dehesa

Me ha parecido que podría resultar de interés hablar brevemente de qué causas están detrás de la muerte de las encinas en la dehesa que es uno de los agrosistemas más importantes que tenemos en nuestra comarca. En primer lugar porque hemos tenido un inicio de otoño muy tardío al que se le han unido algunas bajas en el arbolado adulto que causan desazón al productor, pues observa como un árbol se le "va" más o menos rápidamente y no puede hacer nada por evitarlo, y en segundo lugar porque aunque sabemos bastante en ámbitos científicos sobre la causa de estas muertes, de alguna manera no hemos conseguido transmitir ideas claras.

Generalmente el responsable de la muerte de los árboles suele ser un solo factor (cambio climático, sequía drástica, enfermedad, etc.) pero que se enmascara detrás de una gran cantidad de síntomas secundarios que hacen difícil dar con la causa principal de la muerte. Esto se complica pues las muertes se pueden producir de manera inmediata o progresiva en función no ya del factor causante, sino de la resistencia que el árbol tenga, lo que depende mucho del sitio en que esté enclavado, la agresividad del factor causante y la propia genética del árbol, hecho similar a lo que nos ocurre a las personas ante las enfermedades.



Podemos encontrarnos con muertes de árboles o pérdidas de vigor generalizadas en grandes rodales o manchas que generalmente se deben a factores que actúan de manera homogénea en el tiempo y en el espacio como son las sequías. Las sequías afectan a todas las especies aunque en diferente medida dependiendo de la sensibilidad de cada una (así ocurrió en Los Pedroches en la sequía de 1992-1995).




En otras ocasiones la muerte de los árboles es debida a la ocurrencia de una enfermedad. A diferencia del caso anterior las enfermedades actúan de forma heterogénea tanto en el tiempo como en el espacio: ni afectan con la misma severidad a todas las áreas ni afectan a todas las especies vegetales. Así ocurre en amplias zonas de Huelva, Extremadura y Portugal en las que existen multitud de encinas afectadas por la conocida podredumbre radical cuya causa son hongos de suelo (Phytophthora cinnamomi y Pythium spp.) que destruyen las raíces absorbentes del árbol y por tanto su capacidad de absorber agua y nutrientes. Inicialmente la muerte no aparece de manera súbita en grandes zonas sino en forma de pequeños focos y a medida que el hongo se extiende debido a las escorrentías del agua o a la dispersión de suelo contaminado por el uso de la maquinaria agrícola u otras vías, el aspecto que adquiere la situación es similar al caso anterior. En este caso la solución pasa por medidas preventivas y paliativas fundamentalmente.



En otros casos la muerte de los árboles se produce porque se encuentran en zonas en las que existe una presencia fuerte y continua del ganado como en los corrales de manejo. El excesivo aporte de estiércol y purines, la compactación por el pisoteo continuo y en el caso del cerdo el anillamiento del tronco al roer la corteza y destruir los vasos conductores acaba por matar al árbol.




La muerte de los árboles también puede ocurrir por causas de pura vejez, bien por su avanzada edad, o bien por un envejecimiento prematuro debido a malas prácticas (como podas excesivas), aunque al igual que nos pasa a la personas, “la puntilla”  final nos la pueda producir una gripe. Algo así ocurre con los cerambícidos. Son insectos (tipo "escarabajoide") que atacan preferentemente árboles decadentes alimentándose del interior del árbol, sin que afecte a los tejidos vivos que sirven para conducir la savia. Llegan al árbol cuando ya está envejecido y empieza a tener achaques. De hecho es un achaque más que agrava su estado de salud. No terminan con el árbol directamente sino que debilitan su estructura y el árbol termina muriendo al desgajarse por su propio peso o por golpes de aire, nevadas, etc. Sus poblaciones pueden aumentar si ocurre algún suceso que debilite a las masas de árboles como sequías severas, incendios o podas abusivas.




Por último, nos encontramos sobre todo a inicios de otoño, con que se mueren árboles de manera dispersa sin que podamos encontrarle explicación. Generalmente estas muertes se deben a la incapacidad del árbol de seguir aguantando el estrés del verano debido a que tienen el sistema radical limitado y sin capacidad de extraer más agua: bien porque estén en zonas de poca profundidad de suelo, bien porque se encuentren en zonas muy compactadas como proximidades de caminos, comederos del ganado, etc. En estas ocasiones se producen embolias, o entradas de aire en los vasos que conducen la savia. Si estas embolias son generalizadas puede producirse un colapso rápido de la capacidad conductora y un marchitamiento generalizado (Libro: Ecología del bosque mediterráneo en un mundo cambiante). En estas ocasiones quizás un riego a tiempo puede tener un efecto muy positivo.



No debemos olvidar que cuando cambiamos las condiciones hídricas en el entorno de las encinas, por ejemplo al construir charcas o embalses para abastecimiento del ganado, piscinas, praderas o césped de regadío, etc., obligamos a los árboles a vegetar en unas condiciones de mayor encharcamiento (temporal o permanente), para el que las encinas no se encuentran especialmente preparadas a diferencia de los árboles de ribera (chopos, fresnos, etc.). No es de extrañar por tanto que se nos produzcan muertes, sin que se deban de achacar a otra causa.


A riesgo quizás de haber simplificado en exceso algunos temas espero que este pequeño papel pueda contribuir a un mayor conocimiento de lo que ocurre en nuestros entornos más cercanos.



Mª Dolores Carbonero Muñoz

Dpto Ing Forestal UCO