Comenzando yo a ser un zagal durante
los veranos, a mis 14 años, ya comenzaba yo a tener cierta conciencia ecológica, pues el cuidado de las ovejas da para pensar. Por
aquellos años mi padre ya había dejado de ser gañán, conservaba aún su buena
yunta pero ya teníamos cierto rebaño de ovejas y cierto número de vacas de
ordeño. Fueron también mis primeros pasos en la sierra, entonces ya me di
cuenta por primera vez del terrible problema que suponía la pérdida de terreno
en pendiente como consecuencia de las aracías continuas.
Para entonces ya comenzaba yo a
bromear con mi padre, le decía que aún juntándose todos los olivareros, propietarios,
aparceros y cuadrillas no juntarían entre todos las suficientes esportillas para
subir toda la tierra que se iba cerro abajo con cada llovida. Desprendida ésta del
suelo por el paso de las vertederas. Mi padre mirándome asombrado, no atendía entonces
a la lógica ecológica.
Llevo en Guadamatilla desde el
99, desde entonces empecé a conocer de manera más profunda cuáles eran los
problemas ambientales que se daban en los Pedroches, como la falta de regeneración
de la dehesa, la sobreexplotación de ganaderías, no sólo de la porcina, la sobreexplotación
de las graveras de los ríos como el Gualdalmez y el Zújar, la contaminación de
la mayoría de los ríos que nos cruzan y por supuesto, la erosión del suelo, el primer
problema medioambiental de Andalucía.
Yo considero que en origen, el
olivar de sierra (con pendientes de entre un 10 y un 35 %) parte de un gran
error agronómico y que éste nunca se debió hacer. Pero era otra época, los
olivos se plantaron en el siglo XIX, por
motivos tanto de seguridad como económicos. En tiempos de Carlos IV y de Fernando
VII había que limpiar las sierras de forajidos a la vez que dar de comer a la
gente.
Hoy conforma un paisaje inusual a
la vez que hermoso y más de una persona se puede preguntar ¿Pero qué hacen esos
olivos plantados en los cerros? Tal era entonces la necesidad y la economía. Tal
que no se cayó ni entonces ni ahora, en qué, con su cultivo comenzó la
degradación y empobrecimiento del terreno.
Con el cultivo ya realizado, hay
técnicas nada degradantes que fijan el terreno, aumentan la cubierta vegetal y aminoran la
erosión.
El cultivo ecológico comenzó en el 95 con 27 socios de la cooperativa
de Pozoblanco y ya en el 98 eran 504 los socios dedicados al ecológico. Las dos
causas principales por las que se adoptó este viejo nuevo sistema de cultivo
eran, por un lado la degradación de los recursos, especialmente la pérdida del
suelo así como de fauna y flora salvaje, por otra parte estaba el cada vez más
elevado uso de fertilizantes químicos y de plaguicidas o laboreo inadecuado.
Por otro lado estaba la escasa rentabilidad que de estos olivares se ha
obtenido siempre.
Desde entonces se han estudiado otras
técnicas de laboreo y despastado. La
pregunta a si es conveniente usar el arado en zonas en pendiente o no
reiteradamente, yo creo que se ha resuelto ya hace tiempo, la respuesta es:
Según cómo. Sobre si se deben de mantener las ayudas agroambientales para eliminar
el problema de la erosión, tampoco se ha resuelto dicha cuestión
contundentemente. Con estas ayudas y la prohibición de arar, muchos olivareros de
un día o para otro, tuvieron mentalidad ecológica pero justo cuando se acabaron
estas subvenciones esta mentalidad se fue y volvieron a arar año si, y año
también.
Es inevitable que los olivos seguirán
plantados muchos años. Pues apliquemos técnicas que no sean costosas ni nocivas
para favorecer la creación de cubierta vegetal. Se puede arar, pero no todos
los años, ni todas las calles, se puede meter ganado para que elimine el pasto a
la vez que contribuya a fertilizar el terreno.
Si hemos de depender de las
ayudas para que tengamos mentalidad ecológica mal vamos. Pues hemos de considerar que nuestra sierra
es un olivar marginal de poca producción y por tanto que hemos de cuidar. Si nos ayudan, estas ayudas contribuirán a
aumentar la escasa rentabilidad de nuestros olivares, pero hemos de tener en
cuenta que las principales medidas las tenemos que tomar nosotros. La
principal, sin duda, es no incrementar la erosión del terreno. Si la tierra la
perdemos año tras año en el futuro no tendremos nada, ni terreno ni olivos.
Estos dos últimos años hemos
asistido a algo insólito y han sido las lluvias torrenciales de los dos últimos
diciembres, con regajos, arroyos y ríos con
cauces cuadriplicados, llevándose toneladas de tierra y cubierta vegetal, tanto de las márgenes como
de los cerros, tierra que jamás volverá. Estas aguas destrozaron caminos,
provocando cárcavas profundas y pies de olivos caídos en las márgenes de los
arroyos. Si ya no hubiera más escorrentías esa cubierta vegetal tardaría
cientos de años en ser recuperada. Además con el corrimiento de estas tierras
se favorece la colmatación de todos los pantanos y embalses, en nuestro caso
del Guadalmellato, cuya colmatación se acerca al 10 %.
Es cierto que esta agua tenía que
correr, pero al menos si los terrenos no hubieran estado arados o, peor,
gradeados, esta pérdida de tierra sólo se hubiera limitado a la de las márgenes de los
arroyos. Fue verdaderamente triste ver terrenos arados con cientos de
regajeras, Pero lo verdaderamente triste es que esos mismos terrenos este año
vuelven a estar arados y gradeados una vez más, esperando a que las lluvias de
diciembre próximo nos acerquen más a la roca madre.